Jericó: Memorias entre Balas y Esperanza

El Enfrentamiento
Durante años, Jericó fue el escenario de un enfrentamiento brutal entre guerrillas, paramilitares y ejército.
El pueblo, atrapado en medio de intereses que no eran suyos, vio sus montañas manchadas de sangre y sus calles convertidas en campos de batalla.
La guerrilla imponía su ley en las veredas; los paramilitares respondían con violencia igual de despiadada; el ejército, a su vez, llegaba tarde y desconfiaba de todos.
El miedo caminaba libremente. La vida, en cambio, se escondía tras las ventanas cerradas.
La Iglesia: El Testigo Silencioso
Las casas fueron perforadas por las balas, los parques quedaron vacíos, y los sueños de una generación se deshicieron bajo el estruendo de los fusiles. El pueblo vivió, en silencio, la agonía de una guerra ajena que lo arrastró al borde del abismo.
Y, sin embargo, en medio de la destrucción, hubo un símbolo de resistencia: la iglesia. Ni los disparos, ni los morteros, ni la furia de los hombres tocaron su estructura. La iglesia, de paredes silenciosas y campanas mudas, fue el único testigo que resistió todo sin quebrarse, intacta en su fortaleza, como una sombra persistente que no sucumbió al caos.

Hoy, verla ahí, erguida frente al sol, recuerda a Jericó lo que fue… pero también lo que aún puede llegar a ser. A pesar de las cicatrices que carga en sus tierras y en sus corazones, Jericó sigue sosteniendo la esperanza. Un lugar donde, a pesar del dolor, hay fe en el renacer. La guerra puede haber destruido casas, vidas y sueños, pero la iglesia permanece, recordándole al pueblo que, incluso en la oscuridad, la luz puede renacer.